Dicen que una de esas noches en las que las teclas

y las cuerdas rozan con los dedos, los verdes, la hierba fresca,

M.Caro encontró su savia y la savia emanó, de su ojo recién golpeado

por el color del vino áspero, del follaje o de los prados y después los

macillos forrados de fieltro junto con pedales crearon suaves

intensidades en sus manos para sonar con ocre.